La cantera de los videojuegos

Desde el interior de la primera academia española de eSports

El estadio de e-Squad es una sala de unos 300 metros cuadrados. En dos de los lados hay enormes ventanales, en los otros dos hay gradas para el público que asiste a los torneos de los domingos. «En la educación española la exposición pública se trabaja poco – advierte José Ruiz, fundador de esta academia de videojuegos –. Aquí vienen sus familias a verlos jugar». En el centro hay una tarima que se eleva 30 centímetros del suelo. Esa pequeña diferencia de altura representa un mundo para los alumnos que se suben ahí todas las semanas a competir como si de un estadio profesional se tratara. Arriba hay una mesa con cinco sillas de gaming enfrentadas de cada lado. Los domingos colocan los ordenadores y dispositivos con los que jugarán. Las sillas y luces rojas ayudan a generar una atmósfera distinta a la de las aulas. «Aquí se bloquean, se ponen muy nerviosos, », comenta el empresario.

Pero hoy es sábado y las focos rojos están apagados, hay suficiente iluminación con el sol del mediodía. Este estadio se convierte cada 14 días en una sala de terapia grupal. Albert Díaz, el psicólogo de la escuela ha bajado las sillas de la tarima para ponerlas en círculo. Quiere que se cree una atmósfera íntima, lo que no es fácil dado el eco que retumba en las paredes de la gran sala. El terapeuta les da a los alumnos hojas y les pide que escriban un recuerdo de cada una de las seis emociones que acaba de explicar: alegría, miedo, tristeza, ira, asco y sorpresa.

      «He visto a chavales vomitar encima del escenario. Evidentemente no están preparados para salir delante de cuatro mil personas»

«Yo es que no siento nada de nada», dice Marcos Morales con risa nerviosa, sentado en círculo con sus otros seis compañeros. «Momentos de ira tengo muchos», confiesa el muchacho de 17 años, pero no logra recuperar de su memoria un momento de tristeza. Marcos tiene cara de pícaro y una sonrisa dulce, de las que son capaces de esconder miedos y debilidades. Lleva gafas, pero no tiene la pinta que durante años se ha atribuido a los aficionados a los videojuegos. Viste pantalones de pitillo con roturas, camiseta de manga corta y corte de pelo a la moda: Marcos es un adolescente más.

Albert mira al muchacho con incredulidad: «¿En 17 años no has tenido un solo momento de tristeza?». Tiene una forma particular de ladear la cabeza cuando hace preguntas. Sus ojos de psicólogo escrutan los gestos del alumno en busca de respuestas, pero sus maneras son suaves. Albert tiene 31 años y ha fundado, junto a Marc Casanovas, la empresa Pixel Mind, el «primer servicio europeo de coaching y psicología aplicada a los eSports», según dice el lema de su página web. Esta empresa que tiene menos de un año está radicada en Barcelona, pero cada dos semanas Albert se desplaza a Madrid para dar las clases en e-Squad. También son psicólogos de los equipos profesionales Team Queso y KIYF.

Tejiendo gamers

Situada en una antigua planta de confección de tejidos para Cortefiel en Ciudad Lineal, la escuela todavía huele a obra nueva y pintura fresca. E-Squad es la primera academia de deportes electrónicos de España. Las paredes blancas están resplandecientes y el eco resuena por las aulas que llevan habitadas apenas cinco meses. «Estuve 13 años siendo auditor», dice orgulloso José, el CEO de la empresa. Sabe que es una rara avis en un sector donde la gran mayoría de empresas han sido creadas por exjugadores de la industria.

El empresario de 41 años no sabía nada del fenómeno hasta que el año pasado alguien le enseñó un vídeo de la competición de Katowice, en Polonia. Intel Extreme Master Katowice 2017 tuvo una afluencia de 173.000 aficionados. Además, 46 millones de personas – el equivalente a la población de toda España – siguieron el evento por sus pantallas en todo el mundo. Katowice se convertía, así, en el mayor evento de deportes electrónicos de la historia. A partir de ahí, José se dio cuenta de las posibilidades que había para explotar en este campo y de la ausencia de un paso intermedio entre el chico que juega en su dormitorio y los equipos profesionales. «En España los eSports han empezado la casa por el tejado. Somos un país muy de pelotazo – comenta José –. Yo he visto a chavales vomitar encima del escenario. Evidentemente no están preparados para salir delante de 4000 personas».

CR_180507_eSquad_003

José Ruiz, fundador de e-Squad. Atrás, el logo de Ninja Dragons, el futuro equipo oficial de la academia.

«¡Oh, tengo una de tristeza!» Marcos por fin ha recordado su momento triste: cuando le hicieron bullying durante seis meses en el colegio. «Te sientes totalmente solo», explica a uno de sus compañeros, que le resta importancia. Por un momento se le borra la sonrisa de la cara y parece recordar aquellos momentos. Marcos tenía 10 años cuando ocurrió. Se lo contó a sus padres y profesores, «pero, ¿qué iban a hacer? ¿echar a dos clases enteras?», se lamenta.

A muchos les cuesta ponerse en contacto con sus emociones. «Momento de alegría es cuando como pizza», comenta uno, mientras otro solo pone ejemplos de emociones de cuando juega a algún videojuego. «Siendo tan jovencitos hay poca gestión emocional y del trabajo. Ellos saben cuándo se tiltean pero no por qué», comenta el psicólogo. El tilt «es la frustración que experimentan cuando pasa algo en el juego que no esperan y se bloquean – explica José, el fundador de e-Squad –. Es lo primero que trabajamos con los psicólogos y entrenadores. Aquí les frustramos en cuanto entran». El lenguaje de los videojuegos está lleno de términos específicos. «Los jugadores te salen con este tipo de vocabulario que, si no estás al día, no entiendes», confiesa Albert. De los dos socios de Pixel Mind, Marc es el gamer. Fue entrenador de un equipo aficionado de League of Legends (LoL), el principal deporte electrónico del momento. Aunque las cifras actuales se desconocen, en 2016 Riot Games, propietaria de este juego, confirmaba en una entrevista que LoL tenía 100 millones de jugadores mensuales: un 1% de la población del planeta.

Virtuosos virtuales

A unas sillas de distancia de Marcos, David Reyes apunta sus momentos emotivos concentrado en su papel. Tiene 36 años y es ingeniero de telecomunicaciones. Es, además, grande, alto y con pinta de bonachón. Se viste con ropa oscura y deportiva. También tiene gafas y la barba le crece sin problemas. «Hay muchos prejuicios. He visto a jugadores  retirarse a los 24 años porque llevan una mala racha y atribuyen el perder a su edad. Un jugador de fútbol puede estar hasta los treinta y pico, y el cuerpo está mucho más limitado que el cerebro», comenta José María ‘Caiper’ Maté, entrenador de juegos de lucha. En este género, los campeones mundiales de Tekken y Street Fighter tienen 32 y 36 respectivamente.

El profesor malagueño lleva toda la vida en el mundo de los videojuegos y muchos de sus mejores amigos son también sus mayores rivales. «Con un año y medio ya jugaba al Sonic. No sabía hablar bien, pero pasaba la primera pantalla sin problemas», recuerda con una sonrisa. Caiper es extrovertido y optimista. A los 16 ya estaba compitiendo en torneos nacionales de Tekken. Con 19 ya competía en torneos europeos. Ahora, con 26, es el mejor jugador europeo de este eSport. «No es lo mismo jugar por jugar que entrenar – comenta Caiper, que se está preparando para las competiciones de los próximos meses – en la temporada de torneos mi alimentación cambia drásticamente. El ejercicio también. Hay que comer un porcentaje adecuado de proteínas e hidratos y hacer deporte mínimo tres veces por semana. Se nota mucho en el rendimiento».

«No somos frikis, yo me cuido como si fuera un deportista»

En el primer año de e-Squad los alumnos rotan cada dos meses de plataforma y género de juego. Además, tienen módulos de dos clases de distinto contenido, en los próximos meses habrá uno sobre nutrición. «Esto es como si fuera otro deporte. No somos frikis, yo me cuido como si fuera un deportista», comenta Ricardo ‘Richi Sanfer’ Molina, profesor de juegos de fútbol en la academia. Lleva diez año siendo jugador profesional de Pro Evolution Soccer, más conocido como PES. Richi, de aspecto más serio y centrado que Caiper, es diplomado en magisterio de educación física. «Me he sacado una carrera compitiendo. Se puede hacer. Quien os diga que no os miente; aunque tienes que sacrificar muchas cosas. Tienes que tener la cabeza muy bien amoblada y saber lo que quieres», asegura el jugador de 29 años.

En el grupo de Marcos no hay ninguna mujer. De hecho, es complicado encontrarse con alguna chica en la escuela, ya que solo hay una entre los 52 estudiantes. También son hombres los cuatro profesores que hasta el momento tiene la academia. Si bien la Asociación Española de Videojuegos asegura que el 44% de jugadores son mujeres, en la profesionalización estas desaparecen. Richi, no sabe a qué puede deberse: «Al final son reflejos y no capacidades físicas. Aquí somos todos iguales y es lo primero que intento demostrarles en mi clase». Caiper y Albert lo achacan a la educación, donde desde pequeños se fomenta que unos jueguen a los videojuegos y otras a las casitas. Por su parte, el fundador de e-Squad, José, tiene una mirada más negativa hacia el ecosistema de los deportes electrónicos: «Es una comunidad hipertóxica, sobre todo en España. En League of Legends, por ejemplo, si se enteran de que es chica la vapulean. El machismo es brutal en la gente joven».

Del velcro a los cordones

«Ahora mismo estoy entrenando tres juegos distintos. En la ida y vuelta del trabajo entreno uno de móvil; con el equipo entreno otro, dos o tres horas; y luego me junto con otras dos personas otra hora, hora y media», José Cepero, serio y de mirada profunda, tiene 20 años y es programador. Menos David Reyes, el resto de la clase piensa dedicarse al mundo de los videojuegos. Si siguen en la escuela, el año que viene decidirán si se especializan en un videojuego o si optan por ser entrenadores o casteadores. Estos últimos se encargan de narrar las partidas que se juegan, como si de un relator de fútbol se tratara. Todos los alumnos deben enfrentarse a la experiencia de castear delante de la audiencia que se reúne todos los domingos en e-Squad. A veces son 20, pero han llegado a 100, según cuenta el CEO de la academia.

CR_180507_eSquad_001.jpg

David Reyes (39), César Gayoso (10) e Israel Kevin Contreras (23) en el torneo que se juega todos los domingos en e-Squad.

De mayor César Gayoso quiere jugar al Overwatch. Se mueve inquieto en la silla giratoria que le queda grande y le cuesta concentrarse en la tarea. A menudo mira a Albert buscando aprobación con una sonrisa de tímida travesura. Sus gafas son pequeñas, adecuadas al niño de 10 años que es. Como todos en el aula lleva zapatillas deportivas, pero en su caso no tienen cordones sino velcro. César lleva dos meses en la academia y solo juega los fines de semana, aunque le dedica bastantes horas. «Mientras las notas vayan bien», señala su padre, Arturo. Como su mujer, Arturo también es aficionado a los videojuegos. Entre sus favoritos están el World of Warcraft y el StarCraft. «Me gustan todos los juegos menos los de fútbol», cuenta riéndose, consciente de que va vestido de arriba a abajo del Atlético de Madrid.

Aunque José Ruiz sueñe con que e-Squad se convierta en la cantera de gamers más importante del país, advierte que «en España todavía se malvive de esto y para estar en un equipo grande de fuera tienes que destacar mucho». Por su parte, Richi Sanfer nunca pudo vivir de sus múltiples vitorias en el PES, ya que los premios eran muy pequeños: «Un campeonato de eSports tiene más gente que lo ve que un partido de baloncesto. ¿Y por qué no cobran igual? Son cosas que creo que hay que mejorar. Si tenemos tantos seguidores y tanta gente que lo ve, los sueldos también tienen que empezar a subir y que la gente también pueda vivir de esto, porque es un mundo más».

 

DeSportistas de élite

El fenómeno asiático de las gaming se ha extendido a varios equipos españoles. MAD Lions, Giants o Team Queso son solo algunos de los que que se han sumado a estos espacios donde los jugadores entrenan, conviven y duermen. Albert, de Pixel Mind, ha estado en la Queso Casa, la gaming house de Team Queso. «Están a dos horas de Madrid. Esto limita mucho más. Si quieren salir ven el campo, es difícil para un chico de 18 años», opina Albert. Los jugadores de Team Queso dedican mucho tiempo de su ocio a los videojuegos: «se les aconseja que hagan cosas fuera de Clash Royale, pero no lo suelen hacer». Del otro lado del océano, Alfonso ‘Mithy’ Aguirre, de 23 años es uno de los mejores jugadores de League of Legends de España. En enero fichó para el equipo Team SoloMid y se mudó a Los Ángeles donde reside junto a sus cinco compañeros de juego.

¿Hay roces de convivencia? No, es como un piso de estudiantes mimados. Tenemos a un cocinero y si la casa está sucia se llama a alguien para que la limpie. Ni tiro la basura, la tiran por mí. Lo único que tienes que hacer es cuidar que tu habitación esté limpia y lavar tu propia ropa.

¿Qué haces en tus ratos libres? La idea es tener una vida más individual pero la verdad que no salgo mucho de mi zona de confort. No conozco mucha gente en Los Ángeles, así que estoy más que nada sin hacer nada.

¿Consideras a tus compañeros de juego amigos? No sé exactamente qué es un amigo dentro del mundo de los videojuegos porque es un poco complicado: cada uno está detrás de la pantalla todo el rato. Jugar es mucho más fácil porque nos entendemos mucho mejor dentro del juego que en la vida real.

¿Recibís visitas en la casa? Durante la temporada no se permite que nadie esté en la casa. Los que tienen novia no sé cómo lo hacen. Tenemos un día libre a la semana – con suerte –  pero no es que terminas de trabajar y tienes tiempo.

Cómo te ves en cinco años? (Suspira y se queda en silencio) No lo sé. (se ríe) qué pregunta tan depresiva.  Me gusta lo que estoy haciendo y se gana bastante dinero. Lo ideal sería seguir, pero no sé si me veo haciéndolo cinco años más, la verdad. A lo mejor es porque estamos teniendo un mal año ahora y veo las cosas un poco más negras de lo que son. Lo primero que haría probablemente sería cerrar todas mis redes sociales. Después creo que cogería todo el dinero que tengo ahorrado y daría la vuelta mundo.